Los Medios Como Armas de Poder: Una Contradicción Democrática


Vivimos en una época en la que el poder de los medios de comunicación es más evidente que nunca. En lugar de ser herramientas para el ejercicio del derecho a la información, se han convertido en armas estratégicas para moldear opiniones, amplificar discursos de odio y desmantelar los pilares de las democracias modernas. Esto es especialmente evidente en cómo la extrema derecha, con su narrativa populista y autoritaria, adquiere y controla medios de comunicación con un objetivo claro: conquistar el poder y perpetuar su visión excluyente de la sociedad.

Lo que resulta más alarmante es la complicidad, consciente o inconsciente, de quienes se autodenominan "demócratas". Políticos que, en su afán de llegar a más audiencias o ganar simpatías, no dudan en utilizar estos mismos medios como altavoces, aun cuando saben que la información que allí se difunde puede estar manipulada, tergiversada o incluso basada en mentiras. ¿Cómo es posible que aquellos que se proclaman defensores de la democracia legitimen, con su presencia y su discurso, plataformas cuyo propósito es erosionarla?

Esta contradicción debería escandalizarnos. El hecho de que los defensores de las libertades hagan uso de herramientas diseñadas para dinamitar esas mismas libertades es, en el mejor de los casos, un acto de negligencia. En el peor, es una muestra de cinismo político, una declaración de que el poder importa más que los principios.

Es imperativo que los ciudadanos cuestionemos esta doble moral y exijamos coherencia. Si los representantes democráticos desean preservar las instituciones y los valores que dicen defender, deben romper de manera definitiva con estas dinámicas. No se puede combatir el autoritarismo con estrategias que lo alimentan. No se puede defender la verdad con quienes hacen de la mentira su negocio.

La democracia no solo se protege con votos; también se defiende con acciones éticas y con la valentía de enfrentarse a los verdaderos enemigos de la libertad.