El Nuevo Feudalismo del Siglo XXI: La Ilusión de Libertad en una Era de Control Corporativo
El nuevo feudalismo del siglo XXI es una realidad que ha crecido silenciosamente mientras la sociedad, distraída por promesas de comodidad y avances tecnológicos, ha permitido que se instaure un sistema donde las grandes fortunas y corporaciones multinacionales actúan como los nuevos señores feudales. Estas megaempresas concentran tanto poder económico como político, llegando incluso a tener presupuestos superiores a los de muchos estados soberanos. En lugar de ser reguladas o controladas democráticamente, estas entidades han logrado consolidar su influencia mediante alianzas entre sí y con gobiernos complacientes, creando un entramado que limita cada vez más las opciones reales para las personas comunes.
La sociedad actual parece haber aceptado este estado de cosas sin cuestionarlo profundamente, prefiriendo adaptarse a una falsa sensación de libertad proporcionada por plataformas tecnológicas que, aunque aparentemente "libres", están diseñadas para mantenernos dentro de sus ecosistemas cerrados. Por ejemplo, cuando hablamos de redes sociales como X (antes Twitter) o Bluesky, muchas personas celebran estas plataformas como alternativas "sin censura" frente a otras más tradicionales. Sin embargo, lo cierto es que ambas siguen siendo propiedad de individuos multimillonarios o empresas con intereses comerciales específicos. Esto significa que, en última instancia, no son espacios verdaderamente libres ni descentralizados; simplemente ofrecen una ilusión de autonomía bajo condiciones impuestas por quienes detentan el control.
Mientras tanto, las redes sociales realmente libres y descentralizadas —como Mastodon, PeerTube u otras basadas en protocolos abiertos— permanecen marginadas, poco conocidas o ignoradas por la mayoría. Este desinterés colectivo refleja cómo hemos sacrificado nuestra capacidad crítica y nuestra independencia en pos de una conveniencia superficial. Nos hemos acostumbrado a depender de sistemas centralizados que recopilan nuestros datos, manipulan nuestras preferencias y moldean nuestras interacciones, todo ello en nombre del progreso y la eficiencia.
Es evidente que este fenómeno no cambiará drásticamente en el corto ni en el mediano plazo. A diferencia del feudalismo medieval, que colapsó debido a cambios estructurales impulsados por guerras, revoluciones y avances científicos, el feudalismo moderno está profundamente integrado en nuestras vidas cotidianas. No hay señales de que vaya a desaparecer pronto; más bien, parece destinado a evolucionar gradualmente hacia formas aún más sofisticadas de dominio y control.
La responsabilidad de esta situación recae también sobre nosotros mismos, como sociedad. Hemos permitido que esto ocurra porque elegimos priorizar la comodidad inmediata sobre la reflexión crítica y la acción colectiva. Permitimos que nuestras decisiones cotidianas —desde dónde compramos hasta qué plataformas utilizamos— sean guiadas por modelos de negocio que privilegian el beneficio privado sobre el bien común. Y mientras continuemos eligiendo quedarnos cómodos en este sistema, los nuevos señores feudales seguirán expandiendo su imperio, reforzando su poder y perpetuando una dinámica que nos distancia cada vez más de cualquier tipo de auténtica libertad.